Haider Ackermann presentó una colección para Tom Ford que reafirma su lugar en la moda contemporánea, con un aire teatral y sensual que inevitablemente recuerda a las icónicas propuestas de Ford en su época de Gucci. Con un desfile concebido casi como una película, las modelos se movieron con gestos calculados de seducción, estableciendo contacto visual con el público, más actores que maniquíes.

Las prendas, cargadas de dramatismo y erotismo, incluyeron trajes de seda en azul noche, vestidos que desafiaban la gravedad con estructuras mínimas y cortes que dejaban gran parte de la piel al descubierto. Hubo tops triangulares, transparencias y jockstraps visibles, en un juego deliberado con la provocación.

El color fue protagonista: verdes lima, rosas suaves, azul piscina y naranjas intensos iluminaron la pasarela en contraste con un escenario casi negro. Todo envuelto en un ambiente cinematográfico, coronado por humo y la voz de Bowie cantando Heroes. Ackermann logra rendir homenaje al legado de Ford sin caer en la copia, sumando su propia narrativa nocturna, peligrosa y magnética. Una colección que seduce, provoca y confirma que el diseñador sabe manejar el arte de la insinuación como pocos.