Daniel Roseberry presentó una colección de alta costura para Schiaparelli inspirada en los últimos días de la elegancia prebélica en París, una era marcada por la tensión y el surrealismo. Lejos de los excesos teatrales que ha explorado en el pasado, esta vez apostó por una estética más oscura y sofisticada, influenciada por las fotografías en blanco y negro de Man Ray y Horst.



La pasarela abrió y cerró con homenajes directos a Elsa Schiaparelli, incluyendo su icónica capa “Apolo“, pero llevada al revés, un guiño a los tiempos caóticos actuales. Uno de los momentos más impactantes fue un vestido rojo satinado con un torso falso en la espalda y un corazón de cristal latiendo en la nuca.



Roseberry dejó atrás los corsés para enfocarse en cortes al bies y siluetas suaves, canalizando el glamour fluido de los años 30. La colección mezcló lo surreal con lo práctico, y aunque hubo piezas inesperadas, como trajes de luces y toques rojos en una paleta blanco y negro, todo parecía tener sentido dentro del universo onírico del diseñador.