Robert Wun volvió a romper esquemas en su más reciente desfile en París. El Théâtre du Châtelet fue transformado en un escenario sombrío e intrigante, ideal para presentar una colección que parecía surgir de un sueño perturbador. Esta vez, el diseñador dejó de lado grandes conceptos para preguntarse algo esencial: ¿por qué nos vestimos?



La respuesta fue poética y visceral. Su propuesta se convirtió en un descenso al subconsciente, con vestidos que evocaban catástrofes bellas y bolsos vestidos de esmoquin, desafiando cualquier lógica tradicional de la moda.



Las siluetas eran mutables, revelando diferentes formas según el ángulo, mientras detalles teatrales —como brazos de maniquí abrazando torsos o una figura humana aferrada al velo nupcial— convertían cada look en una escena cargada de simbolismo. Para Wun, la moda es un lenguaje emocional que mezcla deseo, fantasía y oscuridad con absoluta libertad creativa.



Más que un desfile, fue una experiencia que no se olvida.